miércoles, 19 de diciembre de 2012


CUENTO CONCURSO DE LENGUA:

Una vez estuve en un mundo en el que… Me enamoré.
Una hermosa mujer llamada Patricia me logró conquistar. Ella y yo éramos felices, los dos teníamos un trabajo en el pueblo, y los dos nos queríamos lo suficiente como para estar el resto de nuestras vidas juntos.
Un día, se la llevaron. La muerte. Desde luego, desde ese día no he vuelto a ser el mismo.
Patricia podía conmigo. 
Tantas noches sin dormir, mientras la luz de la luna atravesaba las cortinas, tantos años juntos, tantas experiencias vividas. Podía conmigo, sí.
Pasados unos años conocí a Paloma, una mujer que nunca llegué a querer como quise a mi primer gran amor.
Pasé con ella un par de años, casi los mejores de mi vida. Yo seguía queriendo olvidar a aquella chica que me robó el corazón, que me sacaba una sonrisa cada vez que estaba triste, cada vez que yo lloraba.
Era imposible olvidarla. Todo me recordaba a ella.
Paloma dejó una nota encima de mi cama, diciendo que hasta que no superara lo de Patricia, no volvería a verme.
No podía.
Se lo conté. Se convirtió en mi mejor amiga, la que te ayuda en todos los problemas cuando la necesitas.
Me ayudó a superar todas mis penas, que carcomían mi cabeza.
Y entonces llegó ella.
Iba yo dando tumbos por Madrid. Llovía a cántaros. Caminando, me fije en una joven, de unos treinta y tantos años, que buscaba desesperadamente un taxi, pero ninguno se paraba.
Avancé un par de metros para frenar alguno y hacer un favor a la mujer, y lo logré. La mujer, muy agradecida, me invitó a pasar dentro del vehículo. Entré. Era una mujer bellísima, de pelo castaño y con unos ojos verdes con un tono azulado. Hablamos durante el trayecto, y me invitó a volver a vernos. Accedí, cómo no. Nos vimos de nuevo en un restaurante de la avenida principal de la ciudad, y fue increíble.
 Creo recordar su nombre. Paula.
Creo recordar bien, pues a los cuatro meses me casé con ella, y ahora tenemos a las niñas más preciosas de la ciudad, Paloma y Patricia, dos nombres cuya importancia en mi vida conoce Paula, por lo que aceptó a ponérselos a nuestras hijas.
Una vez estuve en un mundo en el que el nombre de las mujeres a las que alguna vez amé, empezaba por la letra  p.

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