miércoles, 19 de diciembre de 2012


CUENTO Nª  1 (Guillermo Antón)



 Una vez, a la edad de veinticuatro años, estuve en un pequeño pueblo del norte, donde todos los habitantes acudían al único hospital de la zona cuando estaban enfermos, debían operarse… Llegué al pueblo por razones de trabajo, para  ser cirujano en el famoso hospital del pueblo. Eran las 9:17APM, cuando me presentaron a todo el personal, incluido al mi futuro jefe, todos me parecieron muy agradables, en especial el jefe, llamado Smith, quien me fue enseñando con detenimiento cada una de las instalaciones del lugar, e insistiendo en que todas ellas estaban a mi disposición. Tras unos días trabajando, realicé mi primera intervención en el quirófano, y volví a hacerlo alrededor de ocho veces a lo largo de la semana. Un día una de las enfermeras, Sara era su nombre, de la planta dos, parecía muy agobiada, por lo que traté de consolarla preguntándole qué le pasaba. Al cabo de un rato insistiendo, me confesó que había estado oyendo gritos en el sótano de la -1, supuestamente abandonado. La mujer y yo nos decidimos a bajar para ver lo que estaba ocurriendo. Al bajar hasta el sótano no se oía nada, lo que extrañó tanto a mí como a la mujer, decidí informar a Smith sobre los sucesos, me dijo que no me preocupara y que siguiera con mi trabajo, y eso hice, aunque durante las dos semanas siguientes él y todo el personal excluyendo a Sara estuvieron raros, e incluso bordes con migo. Ya un mes pasado el incidente, y habiéndolo prácticamente olvidado, tuve que bajar hasta el sótano principal para coger unas muestras que se habían olvidado los del laboratorio, y me entraron las ganas de investigar, y bajé al sótano abandonado. Cuando empecé a entornar la puerta de las escaleras con cuidado para que nadie se diera cuenta de lo que hacía, se oyeron unos espantosos ruidos y cerré la puerta de golpe, pero me armé de valor y volví a hacerlo. Al fin me colé, y cerré la puerta, y comencé a bajar, los ruidos no habían cesado, y cada escalón que bajaba se oía con más intensidad. Cuando terminé de bajar, ya nadie gritaba, y salía alguien del sótano, ¡Era Smith con dos desconocidos! Me escondí tras una columna hasta que subieron las escaleras, con un fuerte nudo en la garganta entré en el sótano, y encontré a la pobre Sara desangrada en el suelo, al lado de una vieja camilla manchada de sangre y cuters, cuchillas, y de más por el suelo. Oí a Smith volviendo a entrar, y allí me vio, y acto seguido gritó ¡Hijo de puta! Y empezó a perseguirme como un loco, vi una puerta trasera por la que salí despavorido, y fui corriendo a mi casa, arranque el coche y sin ni siquiera coger mi ropa, tan solo la cartera, el pasaporte y el DNI, huí de ese pueblo para no volver, y nunca supe lo que realmente sucedía.

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