miércoles, 19 de diciembre de 2012


Cuento
Una vez estuve en un mundo donde…
Una vez estuve en un mundo donde la gente era muy bajita, todos tenían la piel de distintos colores, no era como nosotros con piel color carne u oscura, los había con la piel rosa, roja, amarilla, azul e incluso verde.  Sus ojos también tenían distintos colores, y a diferencia de los nuestros podían ser morados, una vez vi a uno que los tenía dorados, fue precioso. Pero lo más extraño de aquel lugar eran los nombres que tenían como Scrispus, Croipunda, Andrómeda, Minerva, Eustaquio, no sé si su madre les quería poco o si llamarse por ejemplo Javier o Laura en aquella ciudad resultaba ridículo entre ellos. No me acuerdo bien de como llegue allí, solo recuerdo despertarme asustada, con olor a hierba recién cortada, nada más abrir los ojos mire al cielo, entonces, ya sabía que estaba en un lugar raro, el cielo era color caramelo no azul, las nubes eran rosadas, de algodón de azúcar, mire a mi alrededor, las casas eran más pequeñas de lo normal, los arboles parecían estar vivos en un profundo sueño del que todavía no habían despertado. La fruta que colgaba de ellos era más grande que de costumbre para que os hagáis una idea una manzana equivalía a un balón de futbol, en cambio, un melón equivalía a una bola de billar, que extraño y ridículo parecía aquel lugar, ¿sería el mundo al revés?, fuese lo que fuese he de reconocer que era hermoso, resultaba un alivio para la vista no ver coches, ni oír el escandaloso ruido de la ciudad. Seguí investigando para ver que más maravillas aguardaba ese lugar. De repente note que alguien me seguía, aunque cada ver que miraba para atrás para comprobarlo no había un alma, pero luego cuando continuaba notando que alguien me miraba. Al fin tras un largo tiempo intentando averiguar quién me seguía alguien me tiro de la mano y me dijo: ``hola´´. Mire hacia el frente y no vi nada, a los lados y tampoco, mire hacia abajo y allí estaba aquel pequeño personajillo con sus mejillas azuladas, sus ojos verdes e intensos cual esmeralda y su larga y bella melena rubia. Me presente y poco a poco me gane su confianza. La única cosa rara es que hablase mi idioma, pero eso facilito la comunicación entre nosotros. Me explicó que era aquel lugar al que él llamaba ``venius´´. Me enseñó ese gran y extraño pueblo, conocí sus culturas, conocí a sus amigos y a su familia, era gente muy simpática trabajadora, eran como nosotros los humanos, solo que con unas cuantas cabezas menos de altura y rasgos faciales distintos. También me llevo a ver los animales que había en ese mundo singular. Vi mini cebras con las rayas de distintos colores, unicornios pequeños, todo allí era similar al mundo real pero en miniatura. Había un animal muy extraño, era una mezcla entre pájaro y elefante, su nombre era pajelefan, aunque era extraño y daba un poco de miedo era tranquilo m cariñoso y muy gracioso. Cuando comenzó a anochecer me plantee como volvería a casa, no sabía cómo había llegado ni tampoco como iba a volver, me gustaba aquel lugar y tenía un nuevo amigo, pero no quería quedarme ahí para siempre, echaba de menos a mis padres, a mi hermanita plasta y mocosa y sobre todo  echaba de menos mi cama. Mi amigo se despidió de mí y volvió a su casa con su familia y el frio de la soledad me envolvió junto a la oscuridad del cielo. De pronto escuche un ruido extraño, abrí los ojos y me encontré en tumbado sobre mi cama, ¡era el ruido del despertador y todo había sido un sueño!, un maravilloso sueño que siempre permanecería en mi cabeza. Ese sueño me animo a escribir este cuento, que entregue a la profesora como una redacción narrativa que nos pidió para hacer durante esta semana, y saque un diez.

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