miércoles, 19 de diciembre de 2012

La tierra desconocida.


La tierra desconocida
Allí me encontraba yo, en lo alto de la torre vigía de la fragata en la que me encontraba, la cual zarpó hace 72 días y desde entonces no hemos visto ni una sola pizca de tierra, estaba como de costumbre entretenido tallando un pequeño caballo de madera cuando empecé a divisar entre la niebla una bandada de gaviotas, bastante pequeña y volaban cerca de la superficie del mar. En ese momento solo se me pasó una cosa por la cabeza, “tierra”, efectivamente, estaba en lo cierto poco a poco entre la niebla empecé a observar porciones de tierra que llevaron a una gran isla, muy resplandeciente y verdosa, de estilo tropical. Rápidamente bajé por las lianas del barco y avise a todos de que se prepararan para fondear y desembarcar, en ese momento toda la tripulación y el capitán gritaron  de alegría, estaban felices ya que hacia bastante tiempo que no veían tierra.
Salí hacia la orilla de la playa con algunos compañeros en los botes, una vez que llegamos a la isla repusimos comida y agua, también teníamos pensado alojarnos en la isla unos días. Una vez recolectados todos los materiales necesarios para realizar el campamento provisional el capitán, más bien su ayudante empezó a contarnos uno a uno, casi finalizado el recuento tocaba el turno de Hawkins, el cual no se encontraba allí, los tripulantes del barco se volvieron locos buscando y después de dos horas buscando la situación se puso aún más complicada, no solo no habíamos encontrado al restante, si no que habían desaparecido dos más buscándole, no se sabían las causas y el porqué de estas desapariciones, pero la tripulación estaba bastante intimidada y asustada por estas desapariciones. Minutos más tarde me entró algo de hambre y fui a la despensa a por una naranja, tal fue mi sorpresa que me encontré al oficial y al capitán dialogando sobre una inminente inspección de la isla para encontrar a los desaparecidos, hoy la hora de salida, al amanecer.
Al día siguiente me levante muy temprano, me vestí y me infiltre entre las filas de los soldados de reconocimiento, el día pasó  y no ocurría nada, era una isla muy tranquila y estaba muy bien señalizada por las sendas naturales,  pero, la noche no pilló desprevenidos y la isla se transforma completamente respecto a cuándo da la luz del sol. Oíamos ruidos entre las maleza que nos rodeaba, veíamos los ojos de los animales acechándonos y observándonos, pero lo peor estaba por llegar, de repente, un oyó un grito al final de la formación de marcha, el hombre que grito fue arrastrado por una fuerza de algo a la maleza, en ese momento empezaron a salir de la maleza flechas y dardos, indígenas con armas que no dudaban en aniquilar uno a uno al primer compañero que se encontraban.  Entre toda esa espiral de flechas, dardos, gritos, sangre y dolor, logré escapar y orientarme para llegar al campamento, les conté lo ocurrido a los oficiales y al capitán, en conjunto tomamos una decisión y decidimos zarpar y volver a casa, o encontrar nuevas tierras, con la esperanza de no encontrarnos esto.

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