sábado, 28 de abril de 2012

COMO TODAS LAS TARDES


Como todas las tardes, salí a pasear por los alrededores de la residencia. Parecía que todo era igual pero yo sabía que hoy era diferente; hacia más frío, apenas sentía los dedos de los pies, y por momentos pensaba que era el único habitante del planeta que no recordaba el día que era. Claro, que al ser un anciano puede que supiera lo que realmente me estaba ocurriendo. Me senté un rato en un banco a descansar, veía como los más pequeños se divertían jugando; yo nunca tuve eso y por desgracia no conozco el significado de la palabra diversión. De repente empecé a recordar mi infancia, simples recuerdos pasaban por mi cabeza, recuerdos duros y por los que apenas siento rencor.

No sé por qué pero cada vez que intento recordar algo de cuando era niño, imágenes borrosas vienen a mi mente.

Nací hace muchos años posiblemente alrededor del 1932 o quizá antes; no lo sé exactamente, pero según me han contado era una noche gélida de invierno, por lo que pocas personas fueron a verme. Tres años después de mi nacimiento nació mi hermana, la favorita de la familia, ella siempre recibía la atención de todos; y a todo lugar donde iba se hacía notar. Harto de esa situación, una noche decidí escaparme; no sabía dónde ir y apenas conocía a alguien en quien pudiera confiar, pero aún así no quería seguir en mi casa, bajo los gritos de mi hermana. Así que me fui. Estuve vagando por las calles como mendigo durante bastantes años hasta que un día una familia me vio y tuvo la generosidad de llevarme con ellos. Me trataron muy bien a lo largo de muchos años, pero cuando cumplí los dieciséis me echaron de casa ya que pensaban que tenía la edad suficiente como para ponerme a trabajar y tener casa propia. Dos años después conocí a la mejor persona del mundo, amable, generosa, y con una belleza espectacular. Con ella me casé y tuve dos hijos, éramos totalmente felices, hasta que le diagnosticaron una enfermedad por la cual ella ya no está aquí a mi lado. Pensábamos  pasar el resto de nuestras vidas juntos, pero por desgracia no pudo ser. A pesar de que no la puedo ver, ella está aquí en los peores momentos apoyándome y recordándome que todavía no se ha ido, y que puedo contar con ella para lo que quiera.

Quizá toda esta tristeza se deba a que algo malo ocurrió hace unos cuantos años, a veces creo haber  regresado en el tiempo y que ella sigue aquí, a mi lado. Pero quizá todo esto no sea más que una broma pesada de mi imaginación, tal vez esto se deba a estos horribles dolores de cabeza que cada vez van aumentando y que todo esto es una de las muchas depresiones que sufro a lo largo del día en las que veo toda mi vida pasar por delante de mis ojos, como si todo fuera a terminar de repente.

Cristina ÁLVAREZ.

jueves, 5 de abril de 2012

Mentiras, eso siempre. Y ¿para qué? Para poder salirse uno con la suya, ¿te gusta mentir? ¿Te gusta ocultar la verdad? No sé, pero siempre mientes. Parece que no sabes hacer otra cosa ¿es tu hobby? ¿Tu droga? ¿Tu adrenalina? No sé, pero siempre mientes.

Todo tiene dos partes, la buena y la mala, quieras o no siempre las hay. Nosotros nos cegamos con la buena, no somos conscientes de lo que hacemos, ni de lo que pensamos, tan solo sentimos. Sentimos muchas cosas: amor, tristeza, adrenalina, euforia, angustia. Nosotros, y sobre todo tú, vemos la parte buena de éstas. ¿La parte buena del amor? La felicidad. ¿La parte buena de la tristeza? Lo que una vez fue agradable y por lo que ahora estamos así. ¿La parte buena de la adrenalina? La satisfacción, el impulso por seguir sintiéndola. ¿La parte buena de la euforia? Las ganas de hacer locuras. Y, cómo no, ¿la parte buena de la angustia? Ese nudo en la garganta, corazón y estómago que se siente al estar enamorado.

No sé lo que piensas, recuerda que no soy adivino, pero sé lo que tus ojos dicen. Sé que cuando la ves, las pupilas se te dilatan, se te sonrojan ligeramente las mejillas y esbozas una pequeña sonrisa sin darte cuenta. No sé tu vida, pero sí soy experto en leer las miradas, las caras alegres y las caras decepcionadas; cada una es un mundo, lleno de ilusiones, ilusiones que tarde o temprano se acabarán, se derrumbarán en un millón de pensamientos y preguntas.

Cuando estás solo sé lo que piensas, tu mirada es como un lago lleno de peces, yo tan solo cojo la caña y pesco uno de los millones que habitan en él. Lo observo, y observo las imágenes de recuerdos en tus ojos. Uno de ellos es ella. Tan linda como siempre, piensas, tan apuesta y bella, como si fuese la primera vez que la vieses. Me quedo observándote. Tú, como siempre, no te das cuenta. Sigues pensando en ella, tan iluso y tan risueño. Sueñas en que un día tus pensamientos se harán realidad, que la podrás coger entre los brazos y darla un beso que ni si quiera tú sabías que podías dar. Sigues encerrado en ese mundito, ese mundo en el que yo entro con una mirada. Tú no te percatas de que ella, simplemente, no quiere ser de nadie, no quiere que la besen, ni que la cojan entre los brazos.

De repente me doy cuenta de que en esos ojos, ojos en los que yacen lagos, mundos e ilusiones empieza a deslizar, poco a poco, una lágrima. Miro a la chica de la que estás enamorado; me doy cuenta de que soy yo quien la sostiene entre mis brazos, y que es ella quien me va a dar un beso que ni siquiera sabía que lo podía dar.

Me empiezo a fijar fijamente en ambos ojos. Ya no veo ilusiones, ni alegría, ni tan solo un te quiero escrito. Miro a la nada, empiezo a pensar en ella, y en ti, y me pregunto qué estaría haciendo yo mal. En pocos segundos, y cuando menos cuenta me quiero dar, me fijo en que ahora yo me he convertido en la persona que dentro de los ojos tiene ilusiones, alegrías y miles de te quiero escritos.

Y ahora bien… ¿quién es la persona que se fija intensamente en mis ojos, mis pensamientos y las miles de ilusiones que me rondan en la mirada?

ADA.