Como todas las tardes, salí a
pasear por los alrededores de la residencia. Parecía que todo era igual pero yo
sabía que hoy era diferente; hacia más frío, apenas sentía los dedos de los
pies, y por momentos pensaba que era el único habitante del planeta que no
recordaba el día que era. Claro, que al ser un anciano puede que supiera lo que
realmente me estaba ocurriendo. Me senté un rato en un banco a descansar, veía
como los más pequeños se divertían jugando; yo nunca tuve eso y por desgracia
no conozco el significado de la palabra diversión. De repente empecé a recordar
mi infancia, simples recuerdos pasaban por mi cabeza, recuerdos duros y por los
que apenas siento rencor.
No sé por qué pero cada vez que
intento recordar algo de cuando era niño, imágenes borrosas vienen a mi mente.
Nací hace muchos años
posiblemente alrededor del 1932 o quizá antes; no lo sé exactamente, pero según
me han contado era una noche gélida de invierno, por lo que pocas personas
fueron a verme. Tres años después de mi nacimiento nació mi hermana, la
favorita de la familia, ella siempre recibía la atención de todos; y a todo
lugar donde iba se hacía notar. Harto de esa situación, una noche decidí
escaparme; no sabía dónde ir y apenas conocía a alguien en quien pudiera
confiar, pero aún así no quería seguir en mi casa, bajo los gritos de mi
hermana. Así que me fui. Estuve vagando por las calles como mendigo durante
bastantes años hasta que un día una familia me vio y tuvo la generosidad de
llevarme con ellos. Me trataron muy bien a lo largo de muchos años, pero cuando
cumplí los dieciséis me echaron de casa ya que pensaban que tenía la edad
suficiente como para ponerme a trabajar y tener casa propia. Dos años después
conocí a la mejor persona del mundo, amable, generosa, y con una belleza
espectacular. Con ella me casé y tuve dos hijos, éramos totalmente felices,
hasta que le diagnosticaron una enfermedad por la cual ella ya no está aquí a
mi lado. Pensábamos pasar el resto de
nuestras vidas juntos, pero por desgracia no pudo ser. A pesar de que no la
puedo ver, ella está aquí en los peores momentos apoyándome y recordándome que
todavía no se ha ido, y que puedo contar con ella para lo que quiera.
Quizá toda esta tristeza se deba a que algo malo ocurrió
hace unos cuantos años, a veces creo haber regresado en el tiempo y que ella sigue aquí,
a mi lado. Pero quizá todo esto no sea más que una broma pesada de mi
imaginación, tal vez esto se deba a estos horribles dolores de cabeza que cada
vez van aumentando y que todo esto es una de las muchas depresiones que sufro a
lo largo del día en las que veo toda mi vida pasar por delante de mis ojos,
como si todo fuera a terminar de repente.
Cristina ÁLVAREZ.