jueves, 15 de marzo de 2012

Segundo relato del año: CITA CON LA MUERTE

Era una oscura noche de octubre, el viento gemía en el exterior y una tormenta amenazaba en el horizonte con rebelarse. Era tarde y no había ni un alma por la calle. Me había quedado dormida leyendo un libro y un trueno me despertó. Subí lentamente las escaleras de madera, rompiendo el silencio con el crujido de estas, y me dirigí a mi cuarto. Oí como llamaban a la puerta, estaba yo medio dormida ya e imaginé que lo estaba soñando, pero los golpes aumentaron. Cansada e indignada me levante a ver quién era, bajé la escalera lentamente y abrí la puerta. Apareció ante mí una enorme silueta con negra capucha. Me fije más atentamente y me di cuenta de que tenía una guadaña en la mano derecha. Aterrorizada, cerré la puerta y subí a mi cuarto tan rápido como pude, me dispuse a llamar por teléfono en busca de ayuda, pero no había línea. Alguien la había cortado. Bajé a ver si el teléfono móvil funcionaba, y allí estaba ella, sentada en el sofá. No lo intentes, me dijo, no intentes nada, no lo conseguirás. La pregunte quién era, y ella ni más ni menos me dijo que la muerte. Controlando el miedo me atreví a preguntar ¿qué quieres de mí? Y la Muerte me dijo que llevarme con ella, que mi tiempo se había acabado y había venido a buscarme. Según me fui acercando, fui descubriendo que no tenía rostro, que era una simple silueta de humo la que se ocultaba bajo aquella capa. Convencida de que era la mismísima muerte me entro el pánico, pero el pánico a morir. El miedo ya había quedado atrás. ¿Por qué debo irme? ! ¡No sabes todo lo que me queda por hacer!, le dije, y ella me respondió que en efecto no lo sabía. Amablemente le ofrecí un café, y le dije que si me daba unos minutos la contaría mis planes. Mientras le preparaba un café vienés con poca leche y dos terrones de azúcar, le expliqué que estaba trabajando en mi próximo proyecto, un libro sobre... bueno...mis mejillas se enrojecieron al contarla que era sobre la muerte. Y ella se rió; era una risa triste y apagada. Le pregunté qué ocurría, y resultó que estaba harta de que todo el mundo escribiese sobre ella juzgándola siempre por lo malo, nadie sabía ver sus beneficios, y nadie la conocía. Comprendí su tristeza, y de alguna manera me pareció ver que su indefinido rostro hacia una mueca de dolor. Debe de ser horrible, pensé, eres odiada y temida por el mundo. Y así pasamos toda la noche, ella me contaba sus penas y yo a cambio la contaba mis planes y la consolaba. Jugamos a las damas, y tras varios cafés y unas cuantas anécdotas contadas me dijo que no haría falta que la acompañase si yo no quería hacerlo, que ya nos veríamos más adelante, que lo dejaba a mi elección. Comenzaba a amanecer y la Muerte debía ponerse en marcha e iniciar su camino. Debía recoger cada alma y transportarla al inframundo, a un lugar mejor. Me despedí pues de ella, y la invité a volver cuando quisiera. La vi alejarse, y me di cuenta en aquel entonces de que no había respondido a su pregunta. Recordé en un breve instante aquella noche, todas las emociones experimentadas y los secretos confesados. Y me entró el miedo, el miedo a no volver a verla, pero recordé en mi pensamiento una frase que ella me dijo: tranquila, regresare, todo el mundo debe acompañarme, todos deben de iniciar el viaje.
Han pasado ya muchos años desde aquel suceso y mi libro sobre la Muerte ha sido publicado. Casi me he olvidado ya de aquella noche y apenas recuerdo los detalles. He tenido mucho éxito en la vida y he conseguido muchas cosas a lo largo de mi carrera. Pero cada vez la echo más de menos, noto que algo me falta y no soy capaz de encontrar que es. De todos modos soy ya demasiado mayor para preocuparme por algo que me falta. Es ya noche cerrada y subo a acostarme. De repente oigo los familiares golpes en la puerta. Como aquel día. Abro rápidamente la puerta y allí está ella. La invito a pasar, y le respondo a la pregunta que tiempo atrás aquella noche había quedado pendiente. Sí, le dije. Sí quiero irme contigo. He vivido demasiado ya, y no me hace falta nada más. Tras una larga noche compartiendo experiencias salí de casa. Salí de su mano dispuesta a emprender un largo viaje, un largo viaje que acababa tan solo de empezar.

Alba  GÓMEZ BARRENA,  2º C

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