miércoles, 19 de diciembre de 2012





CUENTO

Todo empezó esa mañana. Estaba en casa con mamá, la lluvia había inundado todo Senegal y yo no podía ir al colegio, ya que para ello tendría que recorrer dos kilómetros andando sobre el suelo encharcado de Dakar, y mamá prefería que me quedara en casa. Estaba sentado en el suelo, sin hacer nada, cuando de repente un fuerte ruido me llamo la atención. Fui a echar un vistazo a la calle para ver de dónde venía ese ruido, pero algo me paró, la puerta ya no estaba allí, alguien la había tirado y notaba la ausencia de mamá. Me entró mucho miedo, pero aquí no hay demasiado que se pueda hacer, y menos si se tienen diez años como yo. Oí un fuerte grito de mamá diciéndome que corriera a casa de Rassan, una amiga de la escuela que vive en frente de mí. Estuve a punto de hacerlo pero no quería dejarla allí, su voz parecía asustada y yo lo iba a estar aún más si no estaba con ella, por lo que subí para ver qué pasaba. Desde que nací, he visto muchas cosas que no me han gustado y me han hecho sentir miedo y tristeza, pero la imagen que mis ojos observaron al subir el último escalón me hizo sentir más miedo del que nunca había sentido. Vi a dos hombres agarrando a mamá. Ella no hacía nada, solo llorar, pero yo al ver eso no pude hacer nada más que correr hacia donde estaban e intentar hacer algo. Iba a agarrar a uno de los dos hombres por la espalda cuando de repente recibí un fuerte golpe en la cabeza, caí al suelo y no recuerdo nada de lo que pasó después. Abrí los ojos y me levanté como cualquier otro día; bueno, en realidad no era un día cualquiera, todo había cambiado. Vivía en una casa muy grande con cosas que yo jamás había visto, aquello parecía un sueño, salí a la calle y pude observar una inmensa ciudad llena de edificios y coches, pero no coches como el que una vez papá tuvo, eran coches grandes, de diferentes colores y tamaños, e iban mucho más rápido que el que yo tenía. Todo el mundo parecía feliz y no pude ver ni sentir la tristeza que durante toda mi vida había sentido al ver a la mayoría de personas en la calle. No veía a mamá por ninguna parte, y no me preguntéis por qué, pero no me interesé en encontrarla. Seguí dando vueltas por aquel sitio tan maravilloso, no sabía dónde estaba, pero allí había de todo, incluso diferentes sitios donde la gente tenía diferentes tipos de alimentos que poder tomar. Eso fue lo que más me impactó, ya que yo nunca había tenido eso. Iba caminando por la calle cuando me crucé con un niño que me preguntó si estaba perdido, ya que notó mi cara de confusión por no saber a dónde ir. El chico me dijo que tenía diez años y se llamaba Josh, de repente sacó de sus pantalones una especie de aparato y me lo colocó en la mano derecha. Yo no sabía qué era eso, ni qué pretendía aquel chico colocándomelo en la mano, pero antes de saber qué debía hacer con aquella cosa abrí los ojos de nuevo, pero esta vez en un sitio diferente. Me desperté en una cama blanca y pude observar a una enfermera enfrente de mí, parecía impaciente por ver si me había despertado. Giré la cabeza y vi a mama en una cama como la mía, y me sonrió. Sí, todo había sido un sueño. Había vivido por un tiempo en un mundo imaginario, ese maravilloso lugar donde todo es felicidad no existe, y mi vida seguía siendo la misma. Pero había una cosa que me hacía el más feliz; estaba con mamá otra vez y nunca más me iba a separar de ella.

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