miércoles, 19 de diciembre de 2012


Una vez estuve en un mundo donde…
Nada más caer al agua por la grave tormenta que apareció, empecé a recordar como sucedió todo. Todo empezó el día 12 de noviembre cuando encontré en la biblioteca nacional el diario de un científico del siglo XIX que hablaba sobre la investigación de una isla desconocida donde contaba cómo fue su viaje para encontrarla. Por lo que continuamos una la expedición. Fue un viaje muy duro, éramos apenas doce personas en la tripulación a bordo de un velero, tras dos años de búsqueda y sin apenas recursos seguíamos sin encontrar isla alguna. De repente nos vimos afectados por una fuerte tormenta, donde han muerto dos tripulantes, entre ellos Jack, mi mejor amigo.
 Lo último que recuerdo fue que intenté ayudar a un compañero y caí al agua, pensaba que iba a morir ahogado y sin haber encontrado aquella isla. Sin más dilación vi como la tormenta desaparecía rápidamente, la marea empezó a bajar, empecé a notar como mi cuerpo se iba sosteniendo, y notaba como mis manos tocaban la arena, esto solo podía significar una cosa, habíamos llegado aquella isla, era todo tan maravilloso. Aunque estaba solo, todos habían muerto en la tormenta.
La isla era maravillosa, había una gran vegetación, y estaba lleno de animales. Explorando el interior de la isla vi una ciudad antigua, era increíble y empecé a ver seres humanos, sin más detenimiento fui a  hablar con ellos, no había diferencia alguna entre nosotros, tenían dos ojos, brazos, piernas, nariz, boca, pelo. Hablé con aquel habitante le conté de donde venía, al parecer ya lo sabía, me dijo que todos en aquel mundo sabían de nuestra existencia y del mundo de donde veníamos, como era nuestro mundo; sabían que de donde veníamos existía el mal; donde se cometían robos, violaciones, secuestros; que veníamos de un mundo en lo que la gente hacia las cosas por una cosa llamada dinero, que teníamos un sentimiento llamado estrés, que matábamos a animales por placer, que veníamos de un mundo donde existía la guerra, y donde discriminábamos a las personas según su nacionalidad, color de piel, o incluso por el hecho de ser mujer.
 El hombre me dijo que en el mundo en el que vivían no existía el mal, todas las personas eran buenas, hacían sus obligaciones por placer sin esperar nada a cambio, no existía ningún tipo de discriminación porque todas las personas se valoraban entre ellas… Y que por esta serie de rozones no había hecho que supiesen de su existencia para no convertir su mundo en el nuestro.
Tras oír las palabras del hombre no quise volver a la Tierra que era como ahí la llamaban, quería quedarme ahí para siempre. Por lo que este me dijo que para vivir ahí para siempre tenía que pasar una puerta. Tras un largo camino iba viendo lo fantástico que era aquello, al llegar a la puerta vi a toda la tripulación, a mi padre que había muerto, y por último a Jack, me dijo que este era el mundo en el que vivía, llamado “el cielo”.

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