Era un día nublado, el suelo parecía un enorme lago de nieve
blanca, los campos y los arboles estaban cubiertos de una fina capa de
escarcha, parecían pequeños diamantes cristalinos, era realmente precioso. Los cristales de mi ventana estaban
empañados, esto solo podía significar una cosa, el inverno había comenzado y la
navidad estaba cerca, ya añoraba el olor a hierba húmeda, el ir a patinar sobre
hielo y tomar churros con chocolate con la nariz rojiza. Al ver la nieve algo
despierta en mí, es agradable, es ese sentimiento de alegría. Salgo a la calle
con el propósito de rozar la nieve, tirarme por el trineo, hacer un muñeco de
nieve. Las lágrimas nublan mi vista, hace mucho frio. Entro en casa y me situó
al lado de la estufa, el calor del fuego comienza a entrar en mi cuerpo, la
sangre vuelve a circular por mis pies, me envuelve ese sentimiento acogedor de
estar segura y calentita en casa. Estoy nerviosa, Santa Claus esta al llegar,
¿habré pedido demasiadas cosas? ¿Me las traerá todas o me traerá carbón? Bueno,
lo más importante es que estaré con mi familia disfrutando de estos días de
felicidad absoluta, dormiré unas horitas más, después de tanto trabajar ya
tocaba descansar un poco. Estas son épocas de ayudar al prójimo, de sacar
nuestro lado bondadoso y de dar y recibir. Las luces alumbrando las calles
junto a una sonrisa de todos los habitantes, los copos de nieve cayendo, los
arboles puestos en las casas y niños en la calle pidiendo el aguinaldo cantando
alegres villancicos. Estas son mis navidades, por ello, esta es mi época
favorita del año, la única época en la que la gente disfruta realmente se
olvida por un día de su trabajo y se centra en divertirse junto a su familia y
amigos. Navidad, no mayor felicidad que esa.
nueva york
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