UNA
VEZ ESTUVE EN UN MUNDO DONDE…
Como olvidar aquellos tiempos en los cuales, inmersa
en un mundo de fantasía y surrealismo descubrí que la vida más allá de lo
establecido, llega a ser lo más normal, y lo que hasta entonces habías
estipulado como límite se convierte en tu punto de partida…
Recuerdo perfectamente aquella extraña aventura, que
jamás olvidaré y que empezó en mi propia casa, cuando apenas tenía dieciséis
años y mi inexperiencia era tal, que cometí muchas estupideces, la primera fue
entrar en aquel gigante baúl que había aparecido en mi desván y que nunca antes
había visto. Permanecí allí durante un tiempo que no recuerdo. Salí y me di
cuenta de que algo había cambiado, el ambiente era lúgubre y en el aire se
percibía un olor indescriptible, entre dulce y amargo, como el de la cáscara de
una naranja quemada, no era desagradable, pero me preocupé al oír chillar a una
mujer: “¡QUÉ SE QUEMA! QUE SE QUEMA!” En un primer momento corrí escaleras
abajo con temor a que fuera mi madre, pero al llegar a la cocina, todo era
diferente, mi propia cocina se había transformado en una especie de horno
antiguo y gigantesco, y la mujer que había gritado se encontraba delante de él
con las manos sobre las rodillas y desmallada en el suelo, no tenía claro que
fuera una mujer, pero ante mi asombro, saqué fuerzas para ayudarla…
Tras echarle un vaso de algo verde y frío en la
cara, se despertó y gritó, yo la correspondí y prácticamente agonicé de terror puesto
que sus totalmente verdes ojos me miraron, y hasta ese momento no me había dado
cuenta de que tenía la tez verdosa y las manos palmeadas como las de un pato, y
llenas de marcas. Mi primer instinto fue preguntarle que se suponía que estaba
haciendo en mi casa y que había hecho con mi cocina, el suyo, por el contrario
fue intentar escapar, maldiciendo porque no le iba a dar tiempo a terminar el
pedido del rey, que se le había quemado y que además el calor la había hecho
perder tiempo al desmayarse, tiró toda la masa quemada y continuó trabajando,
ignorándome y de reojo mirándome de vez en cuando. Yo, sin poder entender nada,
me senté en la esquina de la habitación y esperé a que terminara, cuando
finalmente terminó, con una mirada extraña,
me rogó que la acompañara a entregar su pedido, ya que el trayecto era
peligroso, instintivamente, sentí una conexión con la chica, y la acompañé, me
contó que se llamaba Zira y que probablemente había encontrado uno de los
portales a su mundo, Svenc, un mundo con altos y vacíos edificios, sin nadie
por las calles y con un cielo amarillento. Era una muchacha risueña, que no
perdía el valor a pasar de haber sido agredida y castigada numerosas veces, ya
que su trabajo de pastelera era el peor visto en su sociedad, y que la horrible
dictadura de su mundo, la obligaba a alabar al rey, por el camino, fuimos
atacadas por una banda callejera, a la pobre Zira la ataron y se la llevaron a
un edificio donde únicamente la pude oír chillar y sollozar mi nombre hasta que
un grito ahogado fue su último lamento, pero yo no podía hacer nada... ya se habían
ocupado de mí y me encontraba de nuevo en el baúl de mi casa y sin poder
remediarlo, empecé a llorar por la pobre Zira que tanto había marcado mi vida
con su valentía y a la cuál he mantenido en secreto hasta ahora…
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